Los pies soportan el paso del tiempo junto con el peso de nuestro cuerpo, además del roce constante del calzado y el entorno que nos rodea. Es por ello por lo que en ocasiones aparecen las famosas durezas (hiperqueratosis) y/o callos u ojos de pollo/gallo (helomas) sobre nuestra piel, las cuales no son más que un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo ante dichas agresiones.
Nuestras uñas también padecen de estos factores, junto con otros muchos, como pueden ser alteraciones en su forma y grosor (onicodistrofias) o incluso en su crecimiento, siendo habitual que en ocasiones se encarnen (onicocriptosis).
Los podólogos somos los profesionales sanitarios capacitados para el tratamiento tanto de nuestra piel como de nuestras uñas de los pies.